lunes, 5 de marzo de 2012

ACEHÚCHE TIENE EL REMEDIO DEFINITIVO PARA EL MAL DE OJO

por Israel J. Espino
Ilustración y Diseño: Borja González Hoyos
Ilustración y Diseño: Borja González Hoyos


En Extremadura, al menos hasta hace bien poco, no había pueblo sin cura y sin curandero, y mientras uno componía el alma el otro componía huesos, curaba verrugas, sanaba  las hernias o quitaba el mal de ojo. De los curanderos hablaremos otro día, pero hoy miremos (nunca mejor dicho) hacia atrás en el tiempo para hablar de los “aojos” o “aojamientos”. Y toque madera…

El “mal de ojo” comienza a manifestarse a través de una debilidad general, con síntomas tan varia
 
dos y genéricos como el dolor de cabeza, el insomnio, la depresión, el nerviosismo, la apatía, la inapetencia o los dolores por todo el cuerpo, y suele producirlo una persona concreta, casi siempre un vecino, con su mirada envidiosa hacia el enfermo o sus bienes. Envidiar la prosperidad, salud, cosecha, ganado o hijos de alguien es suficiente para “aojar” lo deseado, para truncar la bonanza, estropear las cosechas y hacer enfermar  a los seres vivos, en especial al ganado y a los hijos pequeños.

Pero aunque el “aojamiento” puede ser voluntario, a través de la envidia consciente de quien lo realiza, también puede ser involuntario, transmitido por la fuerza que alguien pueda tener en sus ojos sin ser capaz de controlarla, puesto que siempre es un mal que se crea con los ojos. Sin ir más lejos, en  Las Hurdes la mirada de un niño de pocos meses puede echar el mal de ojo a su propio padre. No se trata de voluntad, sino de poder inherente al ser humano. De ahí la regla básica de la etiqueta hurdana de no mirar fijamente a nadie, observándolo solo de reojo. De hecho, aún existen hurdanos que explican la pequeñez de las ventanas de sus casas por el hecho de protegerse así mejor de los males de ojo.

Pero si el aojo ha sido inevitable, siempre puede curarse… En esta bella e intrincada comarca no  hay más  que coger al niño y colocarlo sobre la falda de la curandera, y sin desnudarle hacerle la señal de la cruz mientras se recita el siguiente ensalmo:

“El maldojo lo hizo cuatro ojos
Santa Isabel y su madre también.
El que echó maldojo,
Se lo quitará otra vez.
En el nombre del Padre y del Hijo
Y del Espíritu Santo. Amén”.


Sólo hay que repetir este ensalmo tres veces, y el niño quedará en vías de recuperación.

En la alquería de Martilandrán, sin embrago, la oración difiere levemente:

“Tres ojos te han hecho mal,
tres te lo han de quitar:
Padre, Hijo, la Virgen Santísima de la Trinidad.
Cristalinos son,
Cristalinos serán”.

Y aún existe en Fragosa otro ritual, que consiste en cantar al alba y con fuerza el siguiente ensalmo:

“Dos ojos te han hecho el maldeojo
y dos te lo han de quitar,
Santa Isabel y su madre también
Gloria al padre, gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo amén”.


Otra manera, algo más rebuscada, consiste en poner al aojado desnudo sobre la falda de la curandera, y con un trapo seco y espolvoreado con salvado de trigo hay que friccionar al enfermo por todo el cuerpo durante mucho tiempo. Esta operación debe repetirse durante tres días consecutivos, después de los cuales el paciente queda curado, siempre que la cura se haya realizado antes del primer viernes  de la enfermedad, pues de lo contrario no desaparece hasta pasada trece lunas.

Un ritual parecido, Algo parecido se realiza en la Campiña Sur, concretamente en Maguilla, donde el mal de ojo de los niños lo curan tres mujeres sin que una sepa que los han curado las otras. Hay que coger una palangana o cazuela y echar en ella tres tazas de agua añadiéndole tres gotas de aceite del candil., tras lo cual la madre de la criatura debe rezar una salve. La curandera ha de hacer cuatro cruces con la mano sobre el agua y decir, sin que la oiga nadie:

“Dos ojos te han hecho mal
y tres te han de curar:
Padre, Hijo, Espíritu Santo
Y la Santísima Trinidad”.

Dichas estas palabras, si el aceite puesto en el agua desaparece, yéndose al fondo, es que el niño tenía mal de ojo y está curado. En este caso, y como se puede apreciar  tres no son multitud. Aunque si usted es independiente y lo que quiere es ejercer de bruja por libre, en este mismo pueblo tienen la solución: solo hay que coger dos plumas de perdiz hembra viva y nueve granos de trigo, a los que se le añade un poco de incienso y se quema todo en la habitación donde esta el niño. Cuando el niño aspire estos olores, quedará curado.

Otro ritual parecido es el que se practica en la cercana  Azuaga, donde  primero hay que llenar una taza de agua y colocarla cerca del enfermo, haciendo sobre ella la señal de la cruz mientras se recita:

“Dos ojos te han hecho mal
pero tres te han de curar,
porque tres son las personas
de la Santísima Trinidad”.

Se prosigue con el rezo de un Padrenuestro y se pasa a mojar el dedo en aceite, derramando tres gotas sobre el agua. Si las gotas flotan a su aire, pero si las gotas se parten es que “habemus” mal de ojo, por lo que será preciso que el ensalmo se repita hasta que las gotas floten enteras.


Sin alejarnos mucho, en  Llerena pueden causar mal de ojo las mujeres que son propensas a llorar, las que tienen los ojos enfermos y las bizcas. Se evita huyendo de las que lo causan, haciendo que no besen ni aún vean a los niños, y colgando en el cuello de los infantes medias lunas, higas, asteriscos y signos zodiacales de metal. El mal de ojo puede curarse lavando los ojos a los niños con agua y aceite, y sometiéndoles a la influencia de curanderas y saludadoras.


                                                                                  
Fotografía: Jimber para "Extremadura Secreta"

Y es que si hacemos caso a los antropólogos, el mal de ojo era un mecanismo extraordinario para equilibrar los conflictos de las sociedades pequeñas o cerradas porque, al poder definir como “aojadores” a las personas que s e consideraban indeseables (gitanos, viejas, forasteros o tullidos) servía para fijar y proteger los límites morales y sociales de la comunidad. Así, en Maguilla creen que el mal de ojo lo producen las viejas, feas y tuertas. Ellas mismas, cuando quieren hacer fiestas a un niño, le hacen primero llorar para que el pequeño no se fije en ellas, pues de este modo creen que no se produce el mal. También se creen también que el niño que ha pasado un viernes con mal de ojo no tiene cura.

En Castuera se cree que las gitanas pueden hacer un mal de ojo ten fuerte que incluso produce la muerte del niño, y en Acehuche,  para descubrir si una persona sufre de mal de ojo se reza un ensalmo secreto y se echan nueve gotas de aceite en una vasija de agua. Si el aceite desciende al fondo es que la persona aquejada tiene mal de ojo.


En Salorino, contra los hechizos, hay que llevar al curandero una camisa sucia del embrujado. El curandero echa en el barreño un poco de agua. Y sobre el agua unas gotas de aceite. Bendice la mezcla, reza entre dientes unas oraciones que nadie entiende y receta un brebaje al paciente.

Otro remedio parecido lo mencionaba a principios del siglo XX Publio Hurtado,  y consiste en cocer todas las ropas en una caldera de agua, rezando de cuando en cuando ciertas oraciones. Cuando el agua empieza a hervir, el brujo o la bruja que ha hechizado al enfermo acude inmediatamente al lugar en que se está procediendo a la curación, e intenta por todos los medios entrar para evitarlo. Pero es indispensable no dejarlo penetrar en tal sitio, porque de lo contrario el remedio crecerá de eficacia.

En Alcuescar, para conocer si a un niño le han hecho mal de ojo, se le lleva a casa de la saludadora, que es la mujer a la que Dios le dio una gracia especial para contrarrestar el poder del encantador o de la encantadora. La saludadora ha de tomar a la criatura en brazos y hacer sobre su frente la señal de la cruz. Después le moja con saliva los párpados superiores, diciendo:

“Con la ayuda de Dios veré si te han encantado”.

Rápidamente hay que tomar un vaso con agua y bendecirlo. Hay que coger después un candil que esté ardiendo para que el aceite esté templado, y con el dedo índice hay que sacar una gota y dejarla caer en el agua. Si la gota de aceite se va al fondo del vaso es señal de que el niño está aojado. Para desembrujarlo, su madre tiene que encender una lámpara que luzca constantemente hasta que la criatura recobre la salud.


Así que ya sabe… si una vieja verrugosa y  tuerta le mira fijamente,  una de dos: o le están aojando hasta el tuétano o le toca a usted bailar con la más fea. En cualquier caso, suerte y al toro, maestro.


http://blogs.hoy.es/extremadurasecreta/2012/03/05/no-me-aojes-que-te-veo/

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